El equilibrio sano entre regularme yo misma, autorregulación, y la regulación en contacto con el otro, la co-regulación.
El trabajo de investigación del doctor Stephen Porges se recoge en su Teoría Polivagal y supone un antes y un después en el conocimiento de la relación profunda entre nuestro sistema nervioso autónomo, las emociones, sensaciones corporales y expresiones faciales en la conducta humana.
El sistema nervioso autónomo es relacional, se va construyendo desde que nacemos a través de la interacción con el otro. Se va nutriendo de lo que va recibiendo en la comunicación con los otros sistemas nerviosos del entorno, señales de seguridad, de presencia, de ser visto y sentido, o señales de peligro, de estrés, de no ser visto.
Cuando las señales que recibe nuestro sistema nerviosos al ir creciendo son del último grupo, de estrés, no es posible la co-regulación, la regulación con el otro, sino que aprendemos a tener que estar en alerta para defendernos y protegernos, y aprenderemos a vivir con desregulación y desconexión.
Nuestro sistema nervioso necesita poder confiar y conectar con el otro. Por la historia de vida, este sistema puede sufrir alteraciones. Y podemos ir hacia el aislamiento o hacia una falsa cercanía y estar hiperconectados.
Es necesario el equilibrio entre auto regulación y co-regulación. Este equilibiro necesito aprenderlo de mi entorno cercano en las etapas de crecimiento.
Como dice Porges en la entrevista ofrecida al proyecto “Relational Implicit” hablando sobre “Contrarrestar los efectos del distanciamiento social”(enlace a la entrevista al final del texto), sabemos que en estos momentos la prioridad principal es sobrevivir, es la vida, aunque necesitamos poder mitigar el impacto en la demanda y necesidad de nuestro sistema nervioso de conectarse, “….¡Y tenemos que encontrar formas de conectar! Tenemos que hacerlo a través del teléfono y a través de la videoconferencia,….
……el valor de escuchar la voz de alguien o ver la cara de alguien es una poderosa y tranquilizadora señal de seguridad para nuestro sistema nervisoso”.
Esto lo estamos viendo en las personas en aislamiento en hospitales, entre ellos ancianos, lo crucial que resulta el contacto visual, las expresiones faciales, las palabras, la voz. Sentirse en contacto y poder contactar con las personas significativas para uno, tener apoyo social.
Ni la hiperconexión ni el aislamiento de estar solos es sano para nosotros ni es la base de nuestro sistema nervioso, puede que haya sido la compensación a la historia de vida. Y puede parecernos lo natural, lo que nos hace bien.
Acercarse al otro para saber cómo está y compartir cómo estoy yo, es sano y necesario.
Conectarnos ahora a través de escuchar la voz del otro y verle, conexiones auténticas.
El exceso de aislamiento y desconexión social no es sano para nosotros. Puede ser que es lo que aprendimos, aunque es necesario desde ese lugar de aislamiento aprender a estirar la mano (como metáfora) para llegar al otro y permitir que el otro llegue a nosotros, un otro que no suponga peligro, un otro en quien poder confiar, paso a paso.
El retiro y distanciamiento del otro necesita ser limitado, a unas horas o unos días, no puede ser prolongado ni impuesto.
Cuando el comportamiento que mantenemos es el del aislamiento, como dice Porges “…los cuerpos y sistemas nerviosos separados, se vuelven más defensivos”. Y entonces reaccionamos desde este estado de defensa, que no nos regula ni calma.
En palabras de Porges lo que anhelamos es la comunicación con “la intencionalidad de los sentimientos que nos comunicamos entre nosotros”, así creamos “…una capacidad de co-regular el estado fisiológico, emocional y de comportamiento del otro”.
Me gusta llamarla:
La comunicación sentida, donde me siento sentida y vista por el otro. Esa es la comunicación nutritiva, que me co-regula.
Eso nos ayuda a aprender y desarrollar la generosidad, disponibilidad, accesibilidad y ser acogedores.
Este es uno de los puntos claves en la relación terapéutica, tiene que ser un espacio con intencionalidad donde haya comunicación sentida, en palabras de Daniel Hill (2015):
“…la relación terapéutica requiere una conexión emocional estable, reguladora y vigorizante con la finalidad de establecer las condiciones psicológicas y neurobiológicas necesarias para el desarrollo. Al igual que en la relación materno-filial, las experiencias psicoterapéuticas que regulan el afecto dejan huella en las estructuras neurobiológicas responsables de la regulación de nuestros pacientes”.
Necesitamos de la co-regulación con el otro que viene de sintonizar, en palabras de Porges “…. monitorear y reconocer los sentimientos de la persona con la que estás hablando.”
En este tipo de comunicación le estoy transmitiendo al otro que estoy presente, estoy aquí para ti.
Por eso el vínculo terapéutico puede ser tan reparador.
https://relationalimplicit.com/porges-social/