Hace unas semanas, escuchando una canción reflexionaba sobre la letra de muchas canciones que emocionana, que despiertan el anhelo, deseo y la fantasía:
“Buscando un gran amor que sea capaz de enamorarme cada día, velar mis sueños mientras que yo estoy dormido (duerme mi vida), mirarme siempre con la mirada encendida igual que miro yo. Dame el beso que sin darse se adivina. Ven a llenarme de caricias diferentes…”
Me preguntaba, ¿qué adulto puede hacer eso, qué adulto puede cumplir con esas demandas en el día a día? Nadie, no es posible.
¿Quién puede hacerlo entonces? La mama cuando eres un bebe, un niño/a y papa o los progenitores.
El bebe y el niño/a si le dice a los progenitores y, además corresponde a su edad:
“Tu, y tu y solamente tú. Enséñame a soñar, con solo una caricia me pierdo en este mar, regálame tu estrella. Te entregaré mi vida (mama, papa).
Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas mis mañanas de colores solo tú. Haces que mi alma se despierte con tu luz, tu, y tu, y solamente tú. Enseña tus heridas que así las curaras (a ti mama y papa te enseño mis heridas con la confianza de que me curaras). Navego sobre las olas de tu voz.”
Esas letras emocionan, expresan lo que sentimos en lo profundo, dan voz a las heridas antiguas de la infancia que están grabadas en el cerebro, abren la añoranza, el anhelo, el dolor, la continua búsqueda a que alguien llene ese vacío, esas carencias del bebe, al niño dentro de uno que no recibió toda esa atención que necesitaba y que muchas veces no es posible por el ritmo de la vida, las circunstancias, el momento de la vida de los progenitores, etc. No hay culpables, aunque esas carencias se quedan grabadas en el cerebro.
Un adulto no puede pedir eso a otro adulto en la pareja, es un imposible y está fuera de lo que corresponde a la edad adulta. Es un billete seguro al sufrimiento y al dolor.
Esas carencias llega un momento que solo pueden ser tratadas en terapia, desde una psicoterapia bien hecha, profunda, que produzca cambios neurológicos en el cerebro y entonces se da el cambio, ya no duele, ya no sangra la herida puesto que ya no hay herida.
Y había otra parte:
“Ven a borrarme los fracasos de mi mente. Ven a sacarme de este pozo de amargura donde me encuentro yo.
Estoy sediento de cariño sin medida, cansado de dar amor, volando siempre buscando la fantasía. De nido en nido como paloma perdida. Cansado de secretos y mentiras, buscando un gran amor.
Dame las cosas que nunca supieron darme, te llenare de amor.”
Una relación desde ahí fracasara sin lugar a dudas, supondrá un gran destroce añadido al que ya había. Desde esas palabras es el momento perfecto para acudir a terapia, para no seguir cayendo en un pozo de codependencia, de alteración en la manera de relacionarme con el otro.
No se va con el tiempo, no cambia solo, es necesaria la psicoterapia que intervenga en la estructura del cerebro para dejar de sufrir de esa manera. Y es curioso, las investigaciones en neurociencias, sobre el estudio del cerebro, las neuronas y sus conexiones, han demostrado que una de las cosas que produce más adicción es el sufrimiento, sí, sufrir. Es una gran adicción y no es tan fácil de dejarla, además, en nuestra sociedad, al que vive en el sufrimiento se le da palmaditas en el hombro, “pobrecito/a, qué mala suerte, etc..” incluso te hacen más caso; al que sale adelante, incluso con muchos momentos de felicidad, despierta malestar, incomodez en los demás, envidias, etc.
Sí, da muchos beneficios encubriertos sufrir y estar en relaciones en las que uno sufre, hay un culpable de nuestros males, señalamos hacia fuera y no miramos, ¿qué tendré yo grabado en mi cerebro para que me atraiga esa persona, para elegir a esa persona?
Como digo en consulta, el Titanic no se hundió por golpear el trozo de iceberg que se veia en la superficie.