Nos gusta fantasear, creernos cualquier cosa que suene a ideal, a cuento, que parezca la verdad, sólo que lo parezca.
Nos gusta creer que yo estoy bien, el otro es el que tiene el problema, mi marido, mi mujer, mi pareja, mis hij@s, mi hij@, etc.
Quiero creer que con una sesión de terapia o de esa técnica que me han contado se me arreglarán las cosas. Se solucionaran como por arte de magia, yo no tengo que hacer nada, la varita mágica como en los cuentos.
Y seguimos soñando, anestesiados.
Un paciente me mandó este correo después de la primera sesión: “Por favor dame la ilusión aunque me mientas, no importa, quiero seguir soñando, hazme seguir creyendo que yo puedo seguir así, que esto se pasará, que una pastilla lo solucionara. Me han dicho que haces magia, que eres increíble. ¿Seguro que no puedes solucionarme esto, así rápidamente?”
Déjame seguir soñando, no quiero despertar, no quiero la realidad, quiero seguir mintiéndome, anestesiándome. Quiero seguir en este dulce sueño aunque a la larga amarga como la hiel, da frío como el hielo, siempre encontraré a alguien a quien responsabilizar y echar la culpa. Siempre encontraré a alguien que me diga lo que quiero escuchar, que alimente mi anestesia y me mantenga en el sueño. Quiero seguir mirando hacia otro lado.