CARTA DE UN PAPA

bebe con papaCarta de un padre soltero, separado, sin domicilio permanente y al cuidado de su hijo alternativamente.

La Madre naturaleza nos amamanta a todos. Nos da todo cuanto nos hace bien para hacernos crecer hasta cumplir con el más mínimo detalle del ciclo vital. Nos da vida para seguir viviendo y negarle ese beneplácito nos la quita. Es la conclusión a la que he llegado siendo padre. No soy biólogo ni he leído a Darwin pero estoy convencido de que es así. Y estoy convencido también de que muchos padres y muchas madres piensan lo mismo. Eso es lo que motivó mi decisión de no arrebatarle mi hijo a su madre cuando ésta y yo nos separamos.

 

Esta carta va dirigida a los padres solteros que como yo sintieron el tiempo detenerse al nacer un hijo y descubrieron el verdadero significado de la palabra Ignorancia al preguntarse ¿cómo hago ahora para, además de ser padre habiendo engendrado a un hijo, ser padre sabiendo comportarme como un padre?

Va dirigida a los padres solteros que como yo quisieron desde el primer momento estar presente a la hora del baño de su bebé, en el cambio de pañal, a la hora de la comida (acompañando o haciendo de chef más tarde), en los momentos de dormir y de despertar a papá y a mamá, en los juegos, en los lloros y en las risas.

Va dirigida a los padres que quisieron formar una familia y ahora la tienen de un modo menos ortodoxo.

Esta carta va dirigida a los padres solteros que se sintieron ignorantes y que propusieron una escuela en casa, con las asignaturas propias de la ignorancia que son el amor, la alegría (y la tristeza muchas veces por no encontrar trabajo o sustento). En realidad, con ignorancia me refiero al estado primario en el que uno se encuentra, o en el que yo me encontré al nacer mi hijo, de casi ingenuidad, algo totalmente contrario a lo que se considera la inteligencia, entendiéndola como rasgo de una persona que sabe desenvolverse intelectualmente para generar recursos del tipo que sean para producir bienes materiales que ayuden a vivir, y que, no siendo las emociones bienes materiales y por lo tanto no productos de un rasgo inteligente (entendido como más arriba se cita), pasan a ser productos de ese estado primario no-inteligente, esto es, del ignorante. Dicho de otro modo, asignaturas de la ignorancia que ahora vienen a definirse como propias de la Inteligencia emocional (o sea todas las emociones que en mí surgieron como único recurso para desenvolverme en el cuidado de mi hijo) frente a todo lo que sigue en el siguiente párrafo.
A los padres solteros que como yo creyeron también en todas esas teorías de gente sabia que sabe cómo educar a los hijos, y que como yo creyeron en un momento de debilidad que ya estaba bien de tanto llanto, que ahora te vas a dormir porque ese sabio que gana tanto dinero vendiendo libros y dando conferencias por todo el mundo ha dicho que te tengo que inmovilizar en tu cuna hasta que te quedes dormido y dejes de llorar. A los padres solteros que se desengañaron de todas esas teorías (blandas o duras) y que siguen sin creerse todas esas paparrachadas de santeros, curanderos, pedagogos de mentirijilla, madres metidas a salvadoras de la humanidad, padres con vocación de psicólogos frustrados, etc.
También a los padres solteros que como yo han sufrido el maltrato de una sociedad negra y oscura como los visillos por los que se corre la voz de una malintencionada política donde el peso de la cultura abate la voluntad y la dignidad de los hombres.
Esta carta va dirigida a los padres solteros, a las madres, a los padres y a las madres solteras que como yo han empezado a curar su ceguera, y están convencidos de que esa es la verdadera manera, estando presente para poder admirar la sonrisa de un hijo, para poder escuchar el llanto de un hijo, para poder enfadarse con la trastada de un hijo, para poder abrazar toda esa ternura de la que en este caso nos amamanta la Madre naturaleza y que con sabiduría nos transmite a través de la mirada de un hijo.
Manuel Vizcaíno Lebrel