La agorafobia no es una enfermedad de por vida, es un cúmulo de presión emocional tapada durante mucho tiempo con diferentes situaciones desencadenantes, el cerebro comienza a agobiarse, angustiarse en espacios grandes, con muchas personas y de ahí se pasa a diferentes situaciones que generan síntomas físicos como sudoración de las manos, alteración en el ritmo cardíaco, presión en el pecho, sensación de no poder respirar, mareo, asfixia, agotamiento físico, etc.
Todo ello parece no ser controlable, es como si algo se apoderada de uno y pierdes el control sobre ti mismo. Hay mucho miedo a morir, a que te pase algo, a que te ocurra en el coche, con el bebe, con los niños. Uno puede llegar a encerrarse en casa y no querer salir. Dentro de la agorafobia hay una escala de gravedad y parálisis en los síntomas.
SÍ TIENE SOLUCIÓN, no se volverá a la vida anterior a la agorafobia (ya que esa vida anterior a la agorafobia suele estar muy idealizada y la persona ya tenia problemas, ya había cosas que no iban bien y no se sentía bien, pero se tiende a olvidar, negárselo a uno mismo,..).
En la consulta trabajo con técnicas eficaces y breves que posibilitan cambios desde la raíz. Por lo cual en la agorafobia la dirección es hacia una vida mucho más plena que incluso antes de padecer dicha enfermedad (transitoria), a que la propia vida merezca la pena y este llena de riqueza para uno.
De los últimos casos que he tratado esta el de una chica en sus 30 a la que voy a llamarla Luisa. Llegó con mucho malestar, había dejado el trabajo, tenia niños pequeños y tampoco podía cuidarlos. Tenían que acompañarla a todas partes y le costaba salir de casa, prefería no salir. Había estado tomando medicaciones variadas con pocos resultados, se quedaba atontada, en el sofá, cansada y sin ganas de nada.
Comenzó la terapia dándose el espacio para sacar todo lo que había “olvidando”, no dado importancia y que tanto le había afectado. Se había sentido muy sola y abandona en la infancia, aunque sus padres estaban físicamente no lo habían estado emocionalmente. Luisa había aprendido a quitarle importancia, “no es para tanto, hicieron lo que pudieron, me querían mucho, etc.” Había aprendido a normalizar experiencias que había tenido que le habían dolido, incluso una situación de abusos sexuales.
Como adulta Luisa podía entender muchas cosas pero eso no iba a parar los síntomas ni hacer que se sintiera mejor. Tenia que empezar a dejar de normalizar y a mirar con ojos amorosos a la niña que ella fue y que vivió todas esas experiencias.
No fue fácil al principio, tuvo que abrazar también a la parte de ella que creía que era absurdo, “vaya chorrada, no es para tanto, ya paso, soy una exagerada, etc.” Todo esto y más es lo que aprendió a creer de si misma a través del comportamiento de los adultos que la rodeaban.
Lo más importante es que se dio cuenta de que sus síntomas, entre ellos la agorafobia eran la fortaleza detrás de la cual guardaba, ocultaba muchos sentimientos, emociones y recuerdos dolorosos, que en un momento de su vida salieron de golpe.
Luisa me preguntaba, “¿y por qué tienes que salir? yo podía haber vivido toda la vida con todo eso dentro de mi”. Le expliqué que eso no es cierto, es imposible vivir con todo eso dentro y disfrutar de la vida, sentir, amar, compartir, tener intimidad, etc. La misma puerta abre o cierra las diferentes experiencias, las agradables por vivir y vividas y las desagradables vividas.
Externamente era difícil de entender para ella ya que lo tenia todo para ser feliz, su vida parecía perfecta, con sus hijas, su marido, tenían muy buena relación. Y para más desesperación suya, la gente que la rodeaba, en su ignorancia le decían, “con lo afortunada que eres, si lo tienes todo, qué suerte tienes”. Esto le hacia mucho daño y le añadía un elemento más a trabajar en terapia, la culpa.
Su presente no tenia que ver con el pasado que había vivido. Entendió que el cerebro no distingue pasado de presente, todo lo no digerido del pasado y que ha tenido impacto, lo traes al presente, encarcela tu vida, genera síntomas y te impide disfrutar del presente.
El proceso ha durado un año aproximadamente. Fue recogiendo pieza a pieza las partes rotas que se quedaron atrás. Se acabó para siempre desde la raíz, no por creer que el pasado no afecta, o que lo pasado pasado esta. Lo pasado en el tiempo sigue presente para el organismo.
Luisa también se dio cuenta de la trampa detrás de la actitud de impaciencia, de “quítame esto ya”, como si yo fuera ese hada madrina que puede con un toque de varita convertirla en princesa con su carruaje para ir al baile con el príncipe. Esa actitud bloqueaba el proceso de mejoría, de integración y de desmontar lo que le producía tantos síntomas y malestar. Y además la colocaba en un lugar de dependencia y pasividad. Esa actitud la llevó a toparse con muchos gurus, muchos magos que como Luisa se dio cuenta “yo buscaba soluciones mágicas y me encontré con magos que hacían eso, trucos de magia, humo, y luego nada”.
Felicidades por el trabajo y lo que has conseguido Luisa!