AHORA LO SÉ.
Ahora sé que mamá en su corazón siempre me ha querido,
Ahora sé que mamá no podía sentirme,
Mamá no podía.
Duele, duele, duele el recuerdo de sentir la mirada de mama que no se encuentra con la mía, conmigo, su bebé.
Esa mirada que mira sin ver por el dolor que arrastra mamá.
Ese dolor que mamá entierra y aleja dentro de ella.
Mamá no puede, no podía conectar conmigo profundamente.
¡Y como duele!
Ahora sé que siempre me ha querido aunque no podía conectar conmigo, resonar a mi frecuencia, piel con piel.
Mamá estaba ausente en ella misma, en su piel, en su vida, aunque nadie se daba cuenta, yo sí, yo sí sentía que faltaba algo. Y me sentía tan mal, no paraba de llorar, nada me calmaba, nada, y creían que me pasaba esto, lo otro y lo de más allá. Y yo necesitaba sentir la conexión con mamá, sentirla y que ella pudiera sentirme, parar, dejar de correr, buscar soluciones de un lado para otro.
Necesitaba que mamá me tuviera en su brazos y me mirara, sin prisas, entrar en ese éxtasis donde no hay nada más importante por unos instantes, un tiempo indefinido, eterno.
Con mis ojos de bebé busco la mirada cómplice de mamá, la mirada de embelesamiento de mamá, la mirada de entrega, de enamoramiento y no la encuentro. Encuentro a mamá ausente, mamá enfadada, mamá triste, mamá preocupada y no se que hacer con eso, ni qué significa. No puedo entender, tan chiquitín, qué le pasa a mama que no quiere danzar conmigo.
Mamá está presente físicamente, hace todo lo que es necesario para cuidarme, tenerme limpio, comido, todo perfecto. Y emocionalmente no está, es como si estuviera en otro lugar, con la mirada ausente. ¡Hay tanta distancia entre mamá y yo!
Esa es la peor distancia, la distancia de estar físicamente juntos y no sintonizados. No hay sintonía, no hay resonar, es como dos instrumentos que no sintonizan, que no suenan en armonía creando una melodía única.
Como bebé duele tanto, que ni el llanto ya ayuda, mamá no entiende lo que necesito y yo, dependo tanto de ella, tantísimo.
Mamá se esfuerza en hacer, en tenerlo todo en orden, bajo control. Me da de comer, ya toca, aunque yo no quiero comer, tengo hambre de mamá, de sentirla, eso lo necesito tanto o más que comer. Necesito sentirme única para mamá, que mamá me ve, que soy bienvenido para mamá, ¡qué bien se siente esto, qué tranquilidad, qué paz, qué calma!
Entonces, yo bebé, puedo soltarme, soltarme completamente en el cuerpo de mamá, en su regazo, en sus brazos y sé que estoy a salvo. Puedo soltarme, entregarme, ceder al cuerpo de mama, relajar toda tensión, confiar, sentirse seguro y confiado. ¡Qué divina experiencia!. La vida es un lugar seguro, un lugar donde ser amado y amar.
En lugar de eso, de esa intimidad y calor encuentra rechazo. No es un rechazo activo, un rechazo de no querer estar ahí, ese es otro tipo de rechazo. Es el rechazo de intentar y no poder, de querer hacer y no poder sentir, de no poder estar disponible internamente.
Piel con piel, ¿lo sientes? ¿Escuchas la melodía? El bebé está solo ahí, mamá está ocupada, mamá corre, mamá está enfadada, mamá grita, mamá va y viene, mamá no para,…..mamá no está piel con piel. ¿Dónde está mamá? ¿Dónde estás mamá?
Ahora sé que en tu corazón siempre me quisiste aunque no podías, tus heridas, tu dolor te tenían secuestrada internamente lejos, muy lejos.