El Coronavirus nos ha colocado en un escenario sin precedentes, en una situación extraordinaria, en un momento histórico único.
Esta pandemia del COVID-19 es un riesgo real para nuestra salud, prioriza cuidarnos de contagiar y ser contagiados, el peligro es invisible al ojo humano y está ahí.
Es una emergencia sanitaria a nivel internacional que supone un gran estrés para todos, pone a prueba nuestra resiliencia psicológica, lo que incluye nuestra capacidad para adaptarnos.
Esta situación nos ha puesto ante la tesitura de que nuestra necesidad básica como mamíferos de contacto físico, de interactuar, puede ser una situación de riesgo para el otro y para mí mismo. Así que se nos pide el distanciamiento social físico, el quedarnos en casa para que ese contacto de la cercanía física en el compartir no suponga un riesgo para la vida de nadie, para no infectar ni ser infectado por el virus.
No es lo mismo esta necesidad básica con la que nacemos que la sobrestimulación dominante en nuestra sociedad, que nos lleva a hacer y hacer, donde te hacen creer que estar hiperconectados es lo sano, lo deseable, lo que te hace pertenecer al grupo. En estos momentos el exceso de videollamadas, de hacer, de mensajes está generando gran estrés. ¿Qué necesidad intenta cubrir?
A pesar de ese exceso, debajo hay una enorme sensación de vacío y carencia. Desde la desconexión con mis necesidades básicas ni siquiera me doy cuenta de la soledad y vacío que siento.
Sentir calma estando conmigo mismo es un lujo, un aprendizaje, el silencio del ruido de hacer y rellenar para encontrarme conmigo, escucharme y habitarme (sentirme en mi cuerpo) suena extraño. Y si no puedo escucharme y estar conmigo, ¿cómo puedo saber cuidarme? ¿cómo puedo saber qué necesito? ¿y cómo puedo estar para el otro?
La experiencia que estamos viviendo es traumática para todos ¿por qué? Porque ha alterado por completo nuestras vidas, ha ocurrido de forma inesperada y repentina, y ha generado una situación de peligro, de alerta. Es una situación de intertidumbre, de estrés, ansiedad y dolor. El dolor está presente. Y surgirán diferentes emociones, entre ellas el miedo y la tristeza. Son emociones básicas, cruciales de sentir ya que nos protegen.
El estrés puede generar diferentes reacciones, desde ponernos en acción de manera que genere ansiedad, desorden, puede bloquearnos e inmovilizarnos, a llegar a colapsarnos y sentir cansancio, desgana, sueño. Necesitamos un estrés que nos de una activación funcional, donde hay coherencia en nuestra conducta.
Recursos para expresar lo que vayas sintiendo, ayudarte a sentir orden y control en ti:
- Dejar sentir estas emociones
- Pedir ayuda psicológica
- Compartir con alguien de confianza
- Acudir a tu creatividad: dibujar, pintar, manualidades, crear con las manos,..
- Moverte, bailar
- Si tienes animales domésticos acariciarlos, abrazarlos, jugar con ellos.
- La música, escucharla, crearla, tocar algún instrumento,…
- Realizar actividades en la casa que pueden dar la sensación de rutina
- Centrarte en el día a día, solo hoy, cada día es único
- Salir a la ventana, al balcón, coenctar con los demás que están viviendo la misma experiencia, gritar, cantar,..
- Dedicar unos minutos a respirar conscientemente, al principio quizás solo un minuto. Aquí os dejo este ejercicio de respiración para enraizar y estar presente, en el aquí y ahora:
Sentada, con los pies apoyados en el suelo, notando la espalda recta, con los ojos abiertos o cerrados, lo mejor para ti, vas a hacer varias respiraciones conscientes, tantas seguidas como sientas que está bien para ti. Inhalando te vas diciendo internamente, “inhalo y estoy inhalando”, y al exhalar te vas dicicendo internamente, “exhalo y estoy exhalando”.
No hay prisa, solo este momento presente, dejando que todo lo que está ocurriendo quede ahí fuera, y tú aquí, contigo, en tu respiración, con lo que sientes. Notando el aire que entra, su temperatura, el calor y exhalando, soltando.