La frustración es parte del aprendizaje de todo niñ@, adolescente y adulto. Es parte de la vida, las cosas no son como yo quiero, no ocurren cuando yo deseo, los demás no responden cuando yo quiero o necesito.
Hay niños que se enfadan cuando no consiguen el objeto de su deseo, lloran, gritan, golpean.
¿Qué hay detrás? Sentimientos de no tolerar la frustración, se derrumban, falta de autoestima, un pobre concepto de sí mismo.
La frustración es necesaria, es un proceso por el que todos pasamos, es la decepción ante aquello que quiero, que desee y que no puede ser, no puedo tenerlo o lograrlo. La frustración lleva a la desesperanza y de ahí es fácil pasar a la depresión.
El comportamiento de los padres de evitar la frustración del niño, de darle lo que sea para que no llore, para que no moleste; el sustituir el afecto y la presencia emocional por cosas materiales va enseñando al niño conductas con las que conseguirá lo que quiera: “el mundo, papa, mama, los abuelos responden cuando grito, cuando insulto, pego o lloro”.
¿Qué aprenden con esto los niños?
Los niños aprenden que pueden conseguir algo sin necesidad de esfuerzo, sin implicación por su parte, no tienen que hacer nada. Alguien se los dará.