Hay un tipo de tristeza que te inunda y lo llena todo. Se pega de tal manera que parece no tener fin, ser infinita, ser todo. No ves nada fuera de ella, no importa lo que haya en tu vida, lo que tengas, nada importa. Esa tristeza lo llena todo.
No funciona que traten de animarte, que te traten de sacar por ahí, que te recuerden las maravillas de tu vida o lo maravillosa que puede ser la vida. No funciona.
Da la sensación que el cerebro de uno y su cuerpo han sido secuestrados por otro, no se sabe que o quien. Uno ya no se siente uno mismo, no se reconoce. Lo que te gustaba o apasionaba ya no lo hace.
Los esfuerzos del pasado te parecen como subir al Everest, impensable.
Te sientes agotado, arrastrando tu cuerpo una mañana más, una tarde más, un día más, y no sabes cuanto tiempo más tendrás que vivir así, ni siquiera si esto tiene solución, ¿se puede salir de esto?
Sí es posible salir, es necesaria la combinación de medicación y terapia.
“La tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria”.
John Steinbeck