“Los males de los abusos sexuales no desaparecen hasta que vomitas todo el veneno”.
El medallista olímpico Antonio Peñalver
Los abusadores no suelen elegir a sus víctimas en las calles, sino en los lugares donde se confía en ellos.
Los depredadores eligen bien a sus víctimas por diferentes motivos. Se ganan la confianza del menor, de su entorno, incluso de sus padres, aparentan preocuparse por el menor, querer ayudar hasta que atacan.
La vergüenza está ahí, presente, escondida en toda la confusión, dolor, recuerdos, neblina, culpa,….Enredada en la terrible experiencia de los abusos sexuales y las violaciones. No se va, no se puede olvidar, si se puede negar y el negarla causa muchos síntomas también.
Esa vergüenza golpea con fuerza a la víctima, la persigue pasados los años, cuando ya acabaron los abusos en el mundo exterior; la tortura, la culpa, la vergüenza,…siguen en el mundo interior.
Esa vergüenza hace que la víctima no se sienta digna, no se atreva a hablar, “no me creerán”. Encima tendrá que soportar las miradas, los silencios, “sentirse diferente, suci@, mal@,..” y el diálogo interno posterior.
Esa vergüenza es parte imprescindible en el tratamiento psicológico, a tener en cuenta y a reparar.
En palabras de James Rhodes:
“….Sí es cierto. Y lo horrible es que empeora antes de que empiece a mejorar. Cuando hablas empeora porque te confrontas finalmente con los sentimientos ocultos de los que habías escapado”…
“Mi primer intento de suicidio ocurrió tras soltarlo por primera vez. No estaba preparado para la vergüenza, la exposición. En España, en Inglaterra, necesitamos escuchar mejor. Hemos olvidado cómo escuchar, culpamos a las víctimas“.
James Rhodes no pudo hablar de las violaciones que sufrió de los 6 a los 10 años por su profesor de deporte en el colegio hasta pasados más de 15 años.
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