Los bebés necesitan ser calmados en brazos, sentir la seguridad y la contención del regazo.
Cerca del corazón del progenitor.
Los brazos, el pecho, el regazo, no hay mejor lugar para un bebé para sentir no solo el amor, sino también la seguridad, la protección, ser sentido, sostenido, “estoy aquí para ti”.
Es curioso que esa necesidad tan clara para un adulto -y a veces tan temida- no la veamos con tanta claridad para un bebé.
¿Dejarias a un adulto al que quieres llorar solo? ¿Le darías la espalda y lo dejarías en su habitación llorando o te darías la vuelta en la cama, en el sofá y lo dejarías ahí llorando? Espero que no, si lo haces, buscar ayuda psicológica, la necesitas, necesitas apoyo.
Todos necesitamos sentirnos seguros, protegidos, queridos, apoyados, sentir que hay alguien ahí para nosotros “estoy aquí para ti”, cuánto no más un bebé para quien cada minuto es un eternidad, que nace con un cerebro en pleno desarrollo cuyo proceso no alcanzará el completo desarrollo hasta los 24 años.
Un bebé al nacer tendrá aproximadamente 100.000 millones de neuronas, mucho potencial aunque las conexiones neuronales con las que partimos al nacer son muy pocas, necesitamos de la interacción con el medio para multiplicar y generar más y más conexiones neuronales, las cuales serán la base de nuestra vida, el diccionario donde iremos a buscar los significados de lo que vayamos viviendo. Por eso es tan crucial la presencia física, emocional, la estimulación, el regular emocionalmente y calmar de los progenitores desde el inicio, en la vida intrauterina, al nacer y en adelante. La voz, el tacto, el contacto, el pecho, los abrazos, “estoy aquí”.
El buen desarrollo del cerebro dependerá de esas primeras experiencias, de esa base, de esas conexiones neuronales que sí pudieron darse.