Las experiencias que vamos viviendo desde pequeñ@s con los cuidadores, los adultos progenitores, construyen nuestra estima, la relación conmigo mism@ y con el otro.
En este pequeño artículo quiero centrarme en la experiencia del cuidador ausente, del progenitor que por trabajo pasa poco tiempo o nada con los hijos. Quizás solo está con los hijos un rato el fin de semana, quizás ni eso. Están muy ocupados, los hijos pasan entonces mucho tiempo solos, llegando incluso a pasar las tardes solos en casa.
Estas experiencias, como dice Boris Cyrulnik “son minúsculos desgarros cotidianos” que dañan la autoestima y la imagen que uno se construye de si mismo.
Producen tristeza profunda, angustia, desconsuelo, dolor, pena. Un sentimiento de no ser visto, de no ser importante, de no estar a la altura.
Algunos progenitores se autoengañan y niegan esta realidad, que sus hijos están bien, que son tonterías, que con ellos también lo hicieron, que se pasará,…
Se dicen que trabajar tanto es por el bien de sus hijos, que lo hacen por ellos para darles un futuro mejor. Nos olvidamos que el futuro mejor se construye sobre el presente. Quizás de esta manera se les pueda dar más económicamente, aunque el coste emocional y psicológico es altísimo.
Esa ausencia se vive como un rechazo, “ser rechazado o despreciado por alguien cuyo afecto esperabas es una herida traumática. Esta agresión menos flagrante que una violación o que una escena de horror es mucho más traumatizante, ya que, como es poco consciente, resulta más difícil de analizar y nos protegemos menos de ella.” Boris Cyrulnik (2013).
A veces esto es lo que hay en la base de diferentes síntomas físicos, dolores y síntomas emocionales como tristeza que no se sabe de donde viene, angustia, dolor en el pecho a veces (sin origen orgánico); angustia al ir a dormir; desregulación emocional; dificultades en las relaciones de pareja; ojos triste aunque uno sonría; un vacío dentro que no se puede explicar; una sensación de que falta algo y no se sabe que.
Este es un ejemplo de trauma oculto. El trauma oculto también es acumulativo, se suma a los traumas anteriores y así sucesivamente. Se queda registrado en el cuerpo y en el cerebro, se muestra a través de los síntomas físicos y emocionales, a través de las creencias sobre uno mismo y de las conductas.
Es difícil de recordar, se normaliza, se racionaliza, se niega, se aleja de la conciencia.