Vivir la vida puede ser una aventura fascinante. Una aventura de recuperación. Recuperar las partes de ti que se quedaron por el camino, fragmentadas por los acontecimientos y experiencias que viviste.
Las humillaciones que como niño viviste y que para los adultos que te rodeaban eran tonterías; el profesor que abuso verbalmente con un “eres tonto, no te enteras, eres vago, lento”. Y que cuando se lo dijiste a tus padres la respuesta fue “no es para tanto, seguro que no ha querido decir eso, habrás oído mal.”
Y en ese momento dejaste de confiar en ti mismo, naciendo la creencia de que “el otro sabe mejor que yo lo que siento, lo que quiero, lo que es correcto, lo que me hace daño y no”.
Luego te sorprendes que al ir haciéndote mayor el volumen de tensión emocional siga subiendo y ya no despierta ninguna alarma interna, “el otro sabe mejor que yo” : “tonto, no te enteras, ¿qué hace?, eres imbécil, quítate de ahí, tú que sabes.” O tu nivel de agresividad va subiendo y ya no sabes controlarte.
¡Recuperarte y desarrollar tu identidad es tu responsabilidad como adulto!