Uno de los objetivos de la terapia es sacar a la luz la propia historia real vivida, deja de negarse, ocultarse las sensaciones y sentimientos.
No se trata de culpar ni de juzgar, sí de nombrar. Es necesario poder nombrar lo vivido, aclarar, desenredar.
Es necesario buscar ayuda, pedir ayuda para salir de esas dinámicas que hacen daño, que son inconscientes y cuyos síntomas no podemos negar por mucho tiempo.
Hace mucho daño la idealización cultural a los progenitores. Somos herederos de creencias tales como que honrar a los padres significa ser buen hij@, que es igual que ser sumis@, callar, hacer lo que te digan, no protestar. Esa fidelidad enferma.
El amor no es suficiente, la forma de hacer las cosas, lo que se dice, aunque sea desde el amor, puede hacer mucho daño y tener consecuencias que se arrastran a lo largo de la vida.
Desde la medicina psicosomática sabemos que los abusos emocionales y verbales vividos no pueden ser reprimidos ni negados sin tener consecuencias. Cuando niegas tus heridas emocionales tu cuerpo se revelará.
Los progenitores en su inconsciencia proyectan su propio destino en sus hij@s. Sin un proceso terapéutico repites y haces que tus hij@s tengan comportamientos que repiten tu historia. Es importante recordar que no pueden hacer otra cosa, solo podemos repetir o reparar lo grabado profundamente en nosotros.
Nos duele más sacar a la luz la historia real vivida que el propio dolor físico.
Tu historia real vivida sacude y pone en tela de juicio muchas de tus creencias, la imagen que tienes de ti y del otro, lo que te has acostumbrado a decirte, a negar y a tapar.
La terapia es el camino para ser consciente de la historia real vivida, dejar de proyectarla alrededor y reparar esa influencia y condicionamiento.